domingo, 30 de marzo de 2008

Diario del viaje (4)

Un poco de arqueología.

Fue en 1874 cuando el arqueólogo alemán Schliemann comenzó a excavar lo que fue la principal ciudad de la cultura micénica, que forma parte de los orígenes de la Grecia antigua. Ante sus ojos apareció un enorme conjunto amurallado, y una magnífica colección de joyas y otros objetos depositados en las tumbas. Entre todos ellos destaca la denominada Máscara de Agamenón. Este yacimiento se sitúa a menos de dos horas en autobús de Atenas hacia el sudoeste, ya en la península del Peloponeso. En el caminos nos encontramos con una obra espectacular, el canal de Corinto, que permite enlazar el Mar Egeo y el Golfo de Corinto. Tras recorrer el yacimiento de Micenas (por aquí tuvo que andar el mismísimo Perseo, e incluso, el propio Hércules) el autobús nos ha llevado hacia el este, hasta Epidauro, famoso por ser uno de los santuarios más importantes de la antigua Grecia y por poseer un magnífico teatro (¡qué acústica!) del siglo IV a.C. (foto inferior). Como ya llevábamos una buena caminata y nos merecíamos reponer fuerzas, nos hemos acercado a la ciudad costera de Nauplia, la primera capital del país tras la independencia en el siglo XIX. Su aire veneciano, lo fue durante varios siglos, se conserva en las murallas y viejos edificios. En dos horas estábamos de vuelta en el hotel, justo a tiempo para descansar un poco y prepararnos para salir a cenar en este barrio de Plaka. Mañana, Acrópolis (ahí es nada...).




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